La libertad no consiste en abrazar la doctrina adecuada sino en desasirse de todas ellas

sábado, 8 de septiembre de 2018

SOBRE LA VIOLENCIA



En la raíz de toda violencia se agazapa el ogro de la voluntad de poder, la aspiración, siempre espuria, de dominación sobre el otro, los otros.  Esto sucede en la relaciones de corta distancia (podemos advertirlo en la observación de los hechos) tanto como a las que atañen al gobierno de la sociedad.


Para abordar la cuestión de la violencia se pueden establecer categorías, subcategorías, estudios sectoriales, etc, pero lo que sustenta todo acto de violencia, el mínimo común denominador a todo acto violento, es la voluntad de someter, de sojuzgar.


Mientras que la agresividad está presente también en el reino animal y supone una respuesta adaptativa, la violencia es un constructo humano.  La biología nos informa que  el humano nace macho o nace hembra.  Al individuo de nuestra especie compete responsabilizarse de sí y de sus actos. Como seres sociales la interacción del individuo con los próximos y semejantes va configurando su biografía. En los primeros estadios de la vida es donde el germen de la violencia se halla latente; que prospere o no, que el individuo  haga de sí mismo un sujeto violento o recurra a la violencia para obtener ventaja sobre los demás, no obedece a un sólo factor sino a la combinación de varios, excedería este espacio detallarlos todos.


La violencia puede ser ejercida de dos formas: una mediante el uso de la fuerza, sea por la propia del sujeto o auxiliado por algún artefacto; dos mediante artes que no requieren de la fuerza sino de  habilidades tales como la astucia, el cálculo, la persuasión, la agresión verbal, etc, es la denominada violencia psicológica.








Pero ¿Y el sexo? ¿es determinante para que el individuo humano sea violento?  ¿Hay más individuos violentos de sexo masculino o de sexo femenino? El macho de la especie está dotado de mayor masa muscular que la hembra lo que le otorgaría  ventaja en caso de decidir ejercer violencia física sobre ésta, o sobre otros individuos de su mismo sexo menos dotados. La hembra, no obstante, puede ejercerla sin riesgo de resultar vencida si elige como víctima alguien más vulnerable.  El ejercicio de la violencia mediante la fuerza es más indisimulable, más ostensible, que el de la violencia psicológica, y por ello crea mayor alarma, incita a la precaución, a la salvaguarda.




La violencia psicológica puede ser ejercida  sin que requiera de ninguna dotación física específica. Basta con la resolución de ejercerla y las habilidades requeridas ya citadas. No es ostensible sino soterrada, no crea alarma si no es en un estadio ya muy avanzado. A menudo resulta difícil librarse de ella, enfrentarla, porque el desgaste continuado al que ha sido sometida debilita considerablemente a la víctima. También es más difícil mostrar ante terceros no involucrados que, en efecto, está teniendo lugar, de ese modo la indefensión se agranda.




La diferenciación morfológica o sexual determinaría en parte si  la violencia que se ejerce es  física o psicóloga pero no determinaría la resolución de ejercerla. Esa resolución está emparetada con los modelos que se han ofrecido en los estadios tempranos de la biografía, si han sido habituales y tenidos por aceptables o si han resultado eficaces en la obtención de un fin concreto.




Hay, además, otras dimensiones en el ser humano, más allá de la biología o la cultura, que no deben ser desdeñadas, principalmente la que acontece en el fuero interno de cada cual. Si las dos primeras no dependen del individuo y por tanto podrían eximirle o servir de atenuantes,  la dimensión ética pertene exclusivamente a él, se trata, sí, de la conciencia. Todo ser humano, sin importar características morfológicas o sexuales, dispone de libre albedrío para determinar qué es o qué no es ético hacer. Aunque hay algunos que deciden obviarla en la implacable persecución de un fin, son aquellos cuyo único motor de vida consiste en ejercer el poder y la dominación, sea éste en el ámbito más cercano o de mayor alcance. Se trate de aplastar física o psicológicamente a un individuo, a un grupo o una sociedad entera. Para someter al otro, los otros, contra su voluntad, el ejercicio de la violencia, sea en una u otra variante o combinándolas, a menudo sofisticándolas, se vuelve del todo imprescindible.















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