La libertad no consiste en abrazar la doctrina adecuada sino en desasirse de todas ellas

martes, 26 de septiembre de 2017

TODOS LOS PUEBLOS EL PUEBLO





La mayoría de los catalanes, como de los españoles, son gente del pueblo, desposeídos, que ni ejercen el poder ni administran el capital, trabajadores a quienes otros explotan si están empleados o sufren la angustia de no tener un modo de subsistencia.




En Cataluña y en España deciden por todos una élite corrupta que, en sus disputas por el poder, han dejado al descubierto sus vilezas, antes camufladas por la propaganda y hoy ya indisimulables bajo el cruce de vituperios disfrazados de legitimidades o legalidades que todo lo embarra.




La oligarquía catalana (esa alianza estrecha entre quienes ejercen el poder político y quienes poseen el dinero) está promoviendo desde hace tiempo, valiéndose de sus muchos medios adoctrinadores, la creación de un Estado independiente, mediante un referéndum que han dado en denominar “derecho a decidir”. Es como poco llamativo que quienes lo deciden todo, desde siempre, estén dispuestos a compartir el privilegio de decidir con quienes no deciden nada nunca. ¿No será que la decisión es única, y en un sólo sentido, aprovechable en todo caso para quienes la promueven con tanto ahínco?




¿Qué es un referéndum? Más allá de una consulta que el gobierno vigente hace a la población mayor de edad mediante el ejercicio del voto, suele ser, como las elecciones, el método por el que el poder se da una conveniente capa de barniz legitimista ante una masa de gobernados que dan su consentimiento. No es un acto democrático, pues para que lo fuera todas las opciones deberían disponer de los mismos medios de difusión de ideas, pero quienes convocan votaciones son también los que dirigen el sentido de ellas en la dirección que conviene a sus intereses.




Hay una parte del pueblo catalán, no obstante, que siente su catalanidad incompatible con una españolidad que le es ajena. Otra parte que no siente esa incompatibilidad. Esto no es un fenómeno de hoy, viene de antiguo, lo que sí es nuevo es que estos dos sentimientos hayan sido azuzados por la mano propagandística de quienes ostentan el poder. Llegados a este punto la fractura entre el pueblo es un hecho. Llamativo es que la fractura no se haya producido entre el pueblo –todo él– y quienes ostentan el poder en cualquiera de sus formas; por tanto ¿A quién beneficia un pueblo roto?




Hemos hablado de catalanidad y españolidad como sentimientos porque, más allá de disquisiciones legales, eso son: sentimientos. Los sentimientos nunca son errados. Los pensamientos pueden debatirse, refutarse, los sentimientos no, se sienten y en la medida que se sienten son certeros, no ofrecen resquicio a la duda. Los humanos somos seres pensantes y sintientes, no podemos descartar lo uno ni lo otro sin descartar una parte de lo que somos. Se nos dirá que es más fácil agitar lo emocional en nosotros que lo reflexivo. Pero los sentimientos no son emocionalidad exenta. Son emociones asentadas por la vivencia, por un hacer cotidiano. Para que la emoción cuaje en sentimiento, además, debe mediar un pensamiento éste sí cuestionable.




Aunque la cuestión principal a plantear es que si finalmente hay un referéndum (tenga lugar o no el del próximo 1-O, no parece que haya otra salida pacífica a la crisis planteada) y hubiera una mayoría suficiente de síes, o por el contrario el Estado decidiera emplear la contundencia de la fuerza en la cual se asienta, el ejército, ¿qué cabe hacer al pueblo? Tanto al catalán como al español fuera o dentro de Cataluña, es no enfrentarse entre sí. Al pueblo de fuera de Cataluña no se nos pierde nada con una independencia en Cataluña ¿Poseemos acaso esa tierra? ¿Debemos decidir por otros o debemos decidir por nosotros mismos allá donde cada uno de nosotros se encuentra? ¿Hicimos nosotros las leyes que obligan a conservar fronteras? Si quieren pelear que peleen ellos: los que mandan, y que se maten ellos entre sí. El pueblo catalán, el español, todos los pueblos, son el Pueblo y la fuerza del Pueblo es la unión, que ninguna propaganda nos haga olvidar esta verdad esencial.




Que nos pueden obligar a defender leyes que no hicimos como nos obligan a trabajar para vivir o a mendigar si no tenemos trabajo, sí, pero lo mismo que podemos hacer huelga en el trabajo podemos abstenernos de pelear por ellos y sus injustas leyes. ¿O es que acaso las leyes que nos imponen son justas? ¿Quién decidió rescatar a la Banca? ¿Quién decidió pagar la deuda –la maldita deuda– quitándonos el pan de la boca? Los mismos que ahora apelan a una legalidad que ellos y sólo ellos modifican a su arbitrio.




Sin obviar los sentimientos, debemos hoy, el Pueblo, no dejar que campe la emocionalidad sin canalizarla a través de una reflexión, es ésta: los pueblos que no luchan entre sí son siempre hermanos, los españoles en Cataluña lo son de aquellos que no sienten la españolidad y viceversa. Los españoles de fuera de Cataluña nunca tendrán enemigos más allá de una nueva frontera. Los enemigos de todos los pueblos, del Pueblo, son los que dominan y explotan al Pueblo y no conforme con ello los echan a pelear vicariamente por sus propios intereses y privilegios. Si llegara el caso de nuestras gargantas como grito natural brotaría un ¡Abajo las armas! Y si no apuntar con ellas hacia arriba.












sábado, 2 de septiembre de 2017

ISLAMOFILIA VERSUS ISLAMOFOBIA



Ni islamofilia ni islamofobia, pero no por una cuestión de cómoda equidistancia, sino porque ambas están siendo jaleadas desde la propaganda del Sistema. Los métodos ya los conocemos, consisten en crear dos alternativas supuestamente contrarias y hacernos pelear tomando partido por una de ellas. Lo hacen con un fin. Rompámosle la estrategia.

No puede existir filia entre desconocidos, tratar a alguien con especial deferencia por el mero hecho de que provenga de una cultura diferente a la propia es prodigarle un trato paternalista, por lo tanto es no considerarlo en un plano de igualdad.

No puede existir fobia entre desconocidos a menos que los prejuicios hayan sido alimentados, si así fuera cabe preguntarse ¿cómo, de qué forma? ¿hasta qué punto lo han sido con anuencia propia?

Podemos valernos de datos a fin de afrontar la cuestión con objetividad ¿estamos siendo invadidos? ¿los que llegan son conscientes de ello? ¿quién los alienta a venir? ¿de qué métodos se vale? ¿no es más justo poder vivir en la tierra  donde uno nace y no en una cultura diferente, lejos de semejantes y allegados y sin raíces? ¿Qué buscamos cuando emigramos?

Las fronteras del mundo son artificios, quienes las imponen son los que determinan quién ha de saltarlas, cuando y porqué. Desde tiempo inmemorial pequeños grupos humanos han optado por desplazarse en busca de lugares nuevos donde residir, en ese sentido las migraciones forman parte de la esencia humana. Las migraciones masivas, sin embargo, son un fenómeno moderno, inflado por la globalización, lo que equivale a decir por las guerras de expolio, por las demandas del consumo y por la devaluación de la fuerza de trabajo para la producción.

Tras décadas de políticas contraceptivas, la demografía en Europa alcanza una quiebra depresiva, en los países geográficamente más cercanos es pujante, coincide que estos países pertenecen al Islam.