La libertad no consiste en abrazar la doctrina adecuada sino en desasirse de todas ellas

miércoles, 23 de mayo de 2018

VISITA INESPERADA





Hoy ha venido a visitarme Durruti. Sí, ése, el histórico anarquista. Naturalmente no ha venido a casa. Nos hemos encontrado en un banco del parque donde suelo pasear a la Cuqui los días soleados. 



Le reconocí enseguida, aunque no llevaba el uniforme de miliciano, sino una chaqueta de lana raída. Sentado al sol, leía un manoseado libro cuyo título el tiempo había borrado. Cuando me acerqué, desatendió la lectura. 



La Cuqui ladraba jubilosa enredada a mis piernas, le tiré la pelota y se alejó, dejando entre el hombre cejijunto con barba de tres días y yo una pausa de silencio elocuente; con un gesto me invitó a compartir el asiento. 



Desde el principio supe quien era porque llevaba un mundo nuevo en su corazón. Sin aún haber intercambiado palabra alguna, abrió su chaqueta y extrajo del bolsillo interior izquierdo un papel plegado. Lo colocó sobre la ruda madera en el espacio que mediaba entre los dos y pude ver que era un mapa del mundo. No era político sino físico, en él se reflejaban las cordilleras y los lagos, los océanos aparecían en un límpido turquesa. 



Sin saber cómo (por una extraña elipsis del tiempo) me encontré hablando de forma apresurada, refiriéndole acerca del heteropratiarcado, los cisgéneros, las niñas con pene y los niños con vulva, con palabras atropelladas. 



Se levantó con parsimonia, se reacomodó los gastados pantalones y se dispuso a marcharse no sin antes recoger el mapa físico del mundo, ahora más descolorido. 



Se alejó prado abajo con larga zancada hasta desaparecer entre la concurrencia, que junto al estanque alimentaba a los patos sin advertir cómo la pitanza era engullida por una colonia de ratas escondidas entre los juncos.



Lo llaman sueños, dicen, porque son interpretables, yo creo que lo llaman sueños porque son absurdos, quizá. La Cuqui regresó con la pelota babeando entre sus dientes. Luego las dos tiramos para casa, ella con paso jublioso, yo arrastrando los pies con torpeza.











viernes, 18 de mayo de 2018

LA CULTURA DE LA DENUNCIA




Después del primer acto con el que diera comienzo el bochornoso espectáculo al que asistimos tras la sentencia de la #manada, hemos podido asistir a algunas escenas más. Tales como ver a nuestros jóvenes en las calles (y en algunos platós) gritando consignas como si de unas juventudes hitlerianas se tratara (1). Ya sabíamos que estaban siendo adoctrinados, sin embargo, nos ha llenado de espanto comprobar hasta qué punto es así. Muchos talleres, seminarios y cátedras “de género” se vienen aplicando a fondo en ello desde hace tiempo con cargo a los presupuestos “de igualdad”. (2) 



También hemos leído a hombres autoinculparse (¿de ser hombres?) como en una especie de ceremonia del pecado y la expiación que recuerda a la Iglesia o más bien a la autocrítica previa a las purgas estalinistas. Aún desconocemos el desenlace de dichas confesiones, aunque sabemos de casos de “aliados” que han sufrido el martirio sin que de nada les haya valido su confesa fe feminista. (3) 




Desde el hastag Cuéntalo, ha habido acusaciones de mujeres–unas veladas, otras con nombre y apellido– sobre abusos y agresiones de hombres concretos, a los que se ha expuesto en las redes como en una plaza pública, aprovechando que las hordas campaban por allí, para ahorrar trámites con la condena sumaria. (4) 




Nada de esto sucede por azar.  









miércoles, 16 de mayo de 2018

NO ES UNA CRISIS POLÍTICA O ECONÓMICA

(Sobre el necesario cambio de paradigma)





Algunos, muy pocos aún, somos ya conscientes de que vivimos en un tiempo de agonía, el escenario en el que hoy nos movemos tiene dinamitado los cimientos. En las grietas del asfalto a veces germinan semillas silvestres, otras no son más que la desembocadura de un lodo envenenado. Si uno repasa la Historia verá que viejas civilizaciones sucumbieron y a ellas siguieron tiempos de caos. Del caos, no obstante, nace horror y nace esperanza. La esperanza difiere de la mera ilusión en que surge de un ir sembrando, sin rendirse, sin darlo todo por perdido, pues aunque la cosecha no se alcance hoy, otros que vendrán la recolectarán.











Cambiar el paradigma basado en el usar y tirar es concedernos una posibilidad de trascender no por medio de mitos y utopías de paraísos sobrenaturales, sino atendiendo a la raíz de lo netamente humano. Como hijos de la naturaleza necesitamos que nos acoja en su seno, reconciliarnos con el origen de toda vida. Como hijos de la cultura, obra nuestra que es, necesitamos hacer de ella un espacio donde vuelva a encajar lo primordial que nos define. Una convivencia en la que primen los valores y no los precios, donde prevalezca lo inmaterial por sobre la mercancía. 





Frente al Sistema que nos envenena en lo tangible, tanto como en lo intangible: la brutal depredación que guía hoy toda conducta, sólo cabe oponérsele mediante el desinterés, la frugalidad, en definitiva: la indiferencia a los parámetros de triunfo y logro hoy vigentes. 





Somos pocos los que nos atrevemos a pensar en éstos términos, no vivimos en una crisis económica y política, sino en una quiebra de civilización, tenemos que plantearnos un reseteo, un cambio de paradigma, una genuina revolución muy distinta de las del pasado. Os invito a pensarla. Yo me atrevo, ¿quién más se atreve?










domingo, 13 de mayo de 2018

CONTRA-FEMINISMO COMO CONTESTACIÓN





Hasta fecha reciente el feminismo instalado hoy en las instituciones de poder no tenía contestación social. Debido a la colosal maquinaria propagandística de la que se vale logró instalar sus principales líneas ideológicas en la práctica totalidad de la población. Sin embargo desde hace algún tiempo, y aunque de forma tibia y marginal, está levantando algunas voces discrepantes que se hacen oír en las redes, donde aumentan cada día los foros, páginas o grupos dedicados a la contestación ideológica y a la puesta en evidencia de ciertas leyes feministas que resultan palmariamente injustas. No vamos a detallar las cuestiones más candentes de los encendidos debates porque a lo que nos vamos a referir aquí es a entrever quiénes son los que conforman esa incipiente disidencia.




Destacan sobre todos aquellos que directamente son damnificados por la Ley de Violencia de Género de 2004. Tras catorce años de su aplicación hay un número creciente de hombres denunciados por sus ex parejas mediante denuncias instrumentales para obtener ventajas en la custodia de hijos o en el reparto de bienes tras un divorcio o por enconadas venganzas. Junto a ellos se cuentan familiares y allegados. Toda vez que los casos aumentan se extienden las suspicacias en derredor entre quienes, aunque de forma indirecta, tienen referencia de algún conocido. 




Mujeres otrora militantes del feminismo que hallaron en él un nuevo corsé mientras que la corriente dominante se fanatizaba y encontraban inviable la discrepancia. Algunas lograron zafarse no sin esfuerzo, como quien escapa de una secta. 



Temerosas madres de hijos varones que se preguntan por el futuro que les aguarda.



Perplejas mujeres en edad de procrear que desean ser madres pero sólo encuentran hombres reticentes al compromiso.



Hombres que desean tener una relación formal de pareja pero desconfían o no se sienten atraídos por mujeres que, influenciadas por el feminismo, se muestran jactanciosas y desafiantes. 



Misóginos de ambos sexos amparados en la incorrección política.



Personas que contestan al feminismo por considerarlo parte sustancial del sistema de poder al que se oponen en su totalidad. 


Católicos o de alguna otra confesión cristiana. 



Este sector mencionado en último lugar fue el primero en contestar al feminismo y en él aún creen que son los únicos que se les oponen. Sin embargo se advierte que el número de opositores va en aumento y no obedecen, necesariamente, a un perfil de convicciones conservadoras. Ni tampoco se pueden encuadrar (por más que lo reiteren como una letanía desde el feminismo) en esa etiqueta comodín de “machista”.  







Así como el feminismo dominante se asienta en una ideología dogmática, el contra-feminismo no tiene un corpus teórico propio, no es un movimiento y por sí mismo no tendría razón de ser. Se trata, más bien, de una contestación que nace de la experiencia tras años de implementación de políticas feministas y las consecuencias sociales derivadas de ellas. También de la resistencia a asumir unas teorías disparatadas que contravienen el sentido común, la biología que constituye al ser humano y su diferenciación sexual más allá de los rasgos morfológicos.  

domingo, 6 de mayo de 2018

VÍCTIMAS Y VICTIMISMO




La condición de víctima es contingente, mudable, azarosa. La victimización sucede en un tiempo y lugar concretos y por causas que exceden la voluntad y la resistencia del sujeto que recibe embate de un agente externo, circunstancialmente más poderoso. Por lo descrito, cualquiera puede ser víctima, basta con que concurran unos hechos, no hay requerimiento previo ni característica alguna que predeterminen dicha condición. 


Con excepción de las víctimas mortales, el sujeto victimizado tenderá a querer restablecerse del daño ocasionado por sí o demandando el auxilio o la ayuda necesaria para lograrlo. En la medida de lo posible deseará recobrar la integridad previa al suceso. En el mismo instante que comienza a realizar el esfuerzo de recuperación cesa su condición de víctima. Al afrontar con determinación dicha tarea se convierte en un sujeto agente, en lucha y no rendido ni, por tanto, vencido. 


El natural componente empático presente en la condición humana, nos otorga la facultad de ponernos en el lugar de una víctima, compadecernos de ella y tratar de prestarle nuestra ayuda. Del mismo modo ésta lo agradecerá y tratará de emplear ese auxilio en beneficio del restablecimiento de su autonomía e integridad, sin desear prolongar indefinidamente la situación de amparo o protección más que el tiempo que requiera su recuperación. 


Naturalmente que esta definición, por escueta y básica, no incluye la multiplicidad de matices que cada caso concreto requeriría, si la elaboramos es por no perder de vista a qué nos queremos referir. 


El victimismo es una distorsión interesada de la victimidad. Se describe de diversas formas pero en dos direcciones. Una la de quien, arrogándose la condición de víctima, pretende hacer de esta condición no una situación contingente sino permanente. Como si la circunstancia de haber sufrido un embate le otorgara al sujeto derechos adicionales al restañamiento de sus lesiones, o una suerte de superioridad moral, mediante los cuales poder ser resarcidos de continuo por terceros. Otra la de quien encuentra en el abatimiento natural de la víctima, mientras es objeto de victimización, una suerte de debilidad aprovechable para su sometimiento, es decir ejerce dominio sobre la víctima dosificando calculadamente el comportamiento con ella, no con el fin de que alcance su autonomía sino de que se haga dependiente de ese auxilio o atención que se dosifica. 


En ambas direcciones la verdad sobre un hecho victimizador es adulterada por una reelaboración continua del mismo que sirve a unos fines. Mediante verdades parciales y flagrantes mentiras se construye un relato en el que las heridas nunca cicatrizan pues mientras sangren constituirán o bien motivo de demanda o bien pretexto para establecer tutelas. 


En nuestras relaciones cotidianas podemos hallar multitud de ejemplos. El familiar que tras padecer una lesión de espalda se sirve de unas inventadas secuelas para no aportar esfuerzo en tareas comunes o lograr que otros le resuelvan las propias. El progenitor que convence al hijo de que la manera de no volver a sufrir un atraco es no salir nunca solo, garantizándose así el control sobre las salidas de éste, organizando a donde debe ir y con quién. 


El victimismo, hablando en plata, es una manipulación que se establece apelando a esa capacidad empática que citábamos en el tercer párrafo. Supone un abuso, un ventajismo o una dominación encubiertos.











martes, 1 de mayo de 2018

SORORIDAD NUNCA, FRATERNIDAD SIEMPRE


No puedo adherirme a eso que denominan ”sororidad” por cuanto que a quienes dicen profesarla sólo las oigo gritar «Hermana yo sí te creo» y nunca, en ningún caso, gritan «Hermano yo sí te creo». No puedo hacerlo porque mis hermanas no son ni más ni menos que mis hermanos, tanto a ellas como a ellos me une la fraternidad.  



El afecto y la empatía los prodigo sin hacer distinciones en función del sexo de cada cual. Si alguno se halla en situación de abuso, acoso, agresión, o víctima de alguna situación injusta o denigratoria, tampoco hago distinciones de sexo para solidarizarme, prestar mi atención o acudir en su ayuda. No sé si seré rara por ello, en mi familia nos educaron para comportarnos así los unos con los otros y también con los demás. Me enseñaron que todo humano merece respeto a su integridad física y moral, sea hombre o sea mujer.  



Mi familia no es excepcional, es una familia común, como tantas. Por eso no me explico dónde habrán aprendido las adeptas de la sororidad que sólo merecen buen trato, consideración y respeto las mujeres. Para mí eso es inaudito, no concibo distinción de trato en función del sexo de cada cual, insisto. 



Tampoco entiendo el sesgo con el que tratan los abusos, acosos o agresiones. Que el acoso sexual a mujeres merezca campañas masivas y en cambio otros acosos no merezcan una sola mención. No entiendo, por ejemplo, por qué el acoso laboral no las mueve ni conmueve, y estoy pensando en ese juez que está recibiendo acoso laboral por parte del ministro. Acoso que, sin embargo, ellas parecen considerar una causa noble a defender, tanto es así que se dejan abanderar por el ministro para cargar contra el juez al que lanzan sus más envenenadas consignas.  



No creo que defender a una víctima suponga en ningún caso cobrarse una nueva víctima en una escalada vengativa dirigida por la bilis y las vísceras. Sobre todo cuando hay cauces legales, puesto que la sentencia en cuestión no es firme. Debe ser que eso que llaman sororidad induce a la coacción a terceros si éstos son hombres y que esa alianza entre mujeres que promueve no es sino una especie de pandillismo de hooligans. Conmigo que no cuenten en esa recluta de mujeres, mis hermanas no son ni más ni menos que mis hermanos y ningún ser humano se merece acoso, abuso, agresión o coacción, ni menoscabo alguno de su integridad física o moral. Ninguna causa que se sitúe por encima de esos principios éticos me parece ni defendible ni respetable. 



Ni el lila ni ningún color nublan mi entendimiento, oscurecen mi conciencia ni pervierten los principios éticos que me guían en la vida y en el trato con mis semejantes. Así soy yo, responsable de mis actos, que procuro consecuentes con mis pensamientos. Cada cual, también, es responsable de sí mismo, de lo que piensa y de lo que hace, sean éstos los pensamientos o actos que sean, porque ningún grupo disuelve nunca la responsabilidad individual y esto es válido para cualquier tipo de #manada.