La libertad no consiste en abrazar la doctrina adecuada sino en desasirse de todas ellas

domingo, 13 de agosto de 2017

MUJERES Y HOMBRES Y CONTROVERSIA



Las leyes que hacen concesiones a uno de los sexos en detrimento del otro son leyes profundamente injustas ¿O es que acaso no pensábamos que lo eran décadas atrás, cuando las mujeres estaban supeditadas al padre o al marido? Entonces el feminismo luchaba por unas leyes de igualdad pero hoy el feminismo le ha dado vuelta a la tortilla y ha logrado leyes que benefician a las mujeres en detrimento de los hombres. Si la balanza se inclina a un lado deja al otro en el agravio y de éste a la indignación hay un paso. Por eso que no me cuenten que estas leyes vienen a resarcir las opresiones pasadas, porque lo que es claro es que están destinadas a establecer otras nuevas.

¿Pero quién hace las leyes? Ni las de antes ni las de ahora las hacemos la gente común, nos vienen dadas. Según nos cuentan las hacen por «nuestro bien», y hasta consiguen convencernos, medios tienen para ello. Pero yo miro a mi alrededor y veo una sociedad crispada, dividida y enfrentada, en una guerra de sexos sin cuartel. Me paro ante semejante espectáculo y me pregunto ¿A quién beneficia esta guerra? Y no tengo otra respuesta que la consecuente: a quienes la promueven.

Porque está siendo promovida. En primer lugar desde el Estado (y sus múltiples ramificaciones) mediante leyes de desigualdad, financiación generosa de adoctrinamiento, sea en forma de publicidad, espacio en medios, planes de estudio en universidades, aleccionamiento de toda índole…







Como toda guerra necesita de un ejército y el Estado recluta profesionales, mercenarios a los que paga por sus planes de ataque, maniobras preventivas y estrategias a largo plazo. A estos mercenarios del género, cuerpo de élite (consejerías, concejalías, secretarías, vocalías y canonjías varias), sumado a lo ya recibido, se les va a dotar con mil millones más, que para otras cuestiones dicen que no hay dinero, pero la guerra es la guerra y se entiende que tiene prioridad.

Alrededor de ese cuerpo de élite, y como moscas en la miel, hay un enjambre de vividores del género, a sueldo o convenientemente subvencionados, no hay nada más que ver cómo han proliferado las asociaciones y ongs del ramo. Bien instalados en sus puestos, es de lógica que no anhelen el final de una guerra de la que se lucran. Prefieren cronificarla y así estirar el chollo. Pero quienes los instala ahí tampoco tienen interés en que termine.

Están, cómo no, los aleccionados, éstos ni se lucran ni se hacen preguntas, siguen directrices porque la corrección política es su bandera y hay que ser obedientes, estar en la cresta de la ola, blandir una supuesta «superioridad moral» de ciudadano comprometido.

Y por descontado que al calor de leyes injustas surge en algunos sujetos, entre los beneficiados por éstas (hemos de aclarar que beneficiadas), ánimos revanchistas y deseos de desquite en lo personal y particular, que se vuelve así más político que nunca.

Las primeras perjudicadas, en quien nadie parece reparar, son las criaturas, que en hogares deshechos, pasan como una falsa moneda de mano en mano de un progenitor a otro, siendo el trasto que a menudo se arroja a la cabeza del ex atinándoles en donde más pueda doler. En la guerra, es sabido, todo vale.

Pero se nos dice que hay que combatir el machismo, porque el machismo mata. Y todos quedan atrapados, como no, en la simplicidad de un eslogan, porque si algo caracteriza a la propaganda es que instala mensajes cortos en la mente del receptor, en quien provoca una inmediata  reacción visceral. Agitadas las vísceras, corre a viralizar y a menear pancartas, porque todos quieren ser solidarios, nadie quiere quedarse atrás, no importa si en ese ajetreo el cerebro queda noqueado, de todas formas ya de antes  no andaba  muy espabilado. Porque si hubiera habido algún espacio para la reflexión habrían advertido que, además de por machismo, se mata y se asesina por muchas otras causas, y son muertes más cuantiosas, que, pese a ello, no merecen atención. Es sabido que en la sociedad del espectáculo, sólo existe lo que el espectáculo muestra. Los perpetradores lo saben muy bien.

Así, pues, el Estado, con los impuestos que nos sustraen a todos, crea la guerra en la que nos enfrentamos los unos y las otras. Pero, siendo el principal actor en esta tragedia (que tanto sufrimiento está costando, sobre todo en menores), no es el único. Los bancos y la gran empresa también aportan su granito y mediante sus fundaciones «filantrópicas» costean cursos, seminarios, publicaciones, exposiciones...pero lo hacen, según nos dicen, por nuestro bien. El Estado nos «ama» y la gran empresa también y quien bien te quiere te hará llorar y bla bla bla.

Divididos y enfrentados, no existe un «nosotros» que se les oponga, sino átomos desgajados y desvencijados, a los que es más fácil apretar las clavijas con condiciones laborales cada vez más explotadoras, leyes y más leyes injustas, en una escalada antes inédita. Pero eso sí, señora, la culpa la tiene mi marido o el de usted, porque son «privilegiados», aunque asalariados, puteados, explotados y muertos en el tajo, como yo o como usted, señora de la pancarta. ¡Ah, no, que usted y yo no hacemos trabajos peligrosos de los de morir en el tajo! Pero es igual son muertes de segunda, lo que mata es el machismo. Unos «privilegiados» eso es lo que son, leña al mono.

Mientras, en sus poltronas de lujo, el Estado y el Capital se sonríen ufanos, satisfechos de «sacrificarse» por nuestro bien.








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