La libertad no consiste en abrazar la doctrina adecuada sino en desasirse de todas ellas

martes, 2 de octubre de 2018

UN SUEÑO RECURRENTE



Tengo un sueño recurrente, a altas horas de la madrugada entra por la ventana de la cocina -un sexto piso- un ladrón (no me preguntéis cómo, los sueños son así) se presenta enmascarado, más aún que El Zorro, pero sin sombrero. Me percato de que está allí porque he ido a beber agua. Su presencia es amenazante y mi corazón, lógicamente, una caja de resonancia. No chillo ni nada, será por no despertar al vecindario o porque el miedo me paraliza. Cuando espero que me pregunte dónde guardo las joyas de la abuela, él, en cambio, me pide una magdalena. Yo, súbitamente serena, abro, con naturalidad, el armario alto donde las guardo y le ofrezco una, que él recibe con un gesto de profundo agradecimiento, hundiendo, casi, la cabeza hasta su pecho. En ese instante, me despierto. No me diréis que no es un ladrón tierno. Dan ganas de comérselo, como a la magdalena. El sueño siempre se desarrolla igual, ya resulta previsible. Aunque la vida da muchas vueltas, y los sueños ni te cuento, me pregunto qué haré el día que me pida, no sé, una rosquilla, pongo por caso, y yo no disponga de ella ¿Se enfurecerá? ¿Me pedirá las joyas de la abuela? Yo, por si acaso, he inyectado con una jeringa (lo vi en un telefilm de los que ponen a la hora de  comer) un veneno letal en una magdalena, se que es letal porque mata cucarachas. Sí, ya lo sé, me diréis que sólo es un sueño y que es absurdo el plan de la magdalena envenenada, pero no es para el ladrón de los sueños, es para la abuela, que ya estoy harta de esperar para heredar las joyas.






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