La libertad no consiste en abrazar la doctrina adecuada sino en desasirse de todas ellas

martes, 25 de febrero de 2020

¿TODOS TENEMOS UN PRECIO?





La inmensa mayoría de nosotros tenemos que prestar nuestro tiempo y esfuerzo al trabajo para poder subsistir y aunque nos hacen creer que eso nos "libera" sabemos que no es así, si bien a veces logramos autoengañarnos para dorarnos la píldora y poder de ese modo olvidarnos de que somos mercenarios o explotados. 



Realizamos labores que no nos gustan, rutinarias, extenuantes, repetitivas,  o incluso peligrosas. Aceptamos porque no nos queda otra. Ahora bien, hay encomiendas que nos resultan sonrojantes porque más que un empleo para ganar el sustento se ven como sobornos, son aquellas en las que mejorar la minuta pasa por vender la conciencia, contravenir los principios morales, obrar en contra de lo que es ético o estético. No son ilegales y no hay riesgo de acabar en la cárcel, a veces incluso son muy aplaudidas, sin embargo producen disonancias o incluso vergüenza ajena. Es el caso de algunos artistas (de la pluma, el pincel o la cámara) que pronto se vuelven mercenarios de la propaganda si la cifra es tentadora, si la alfombra es convenientemente roja y los flashes oropeles.



Claro, ¡que es fácil mantener intactos los principios morales si nunca hemos sido tentados!. Aunque en ocasiones hayamos fantaseado con el éxito y la fama, el placer  imaginado siempre se nos figura como producto del mérito propio o del genio y esa es la recompensa que más nos satisface, elevarnos por la genialidad de la obra creativa, esa suele ser la lectura que deducimos de nuestras fantasías. Pero ¿qué ocurriría si en la realidad alguien nos propusiera oficiar para otro, vendiendo nuestras capacidades para realizar una impostura con fines puramente crematísticos, contraviniendo nuestra conciencia? ¿Todos tenemos un precio? 












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