La libertad no consiste en abrazar la doctrina adecuada sino en desasirse de todas ellas

martes, 25 de febrero de 2020

LOS HECHOS QUE DEFINEN





Me piden que me defina políticamente. Yo no me voy a definir. Me piden que me abandere con un color. Yo no me voy a abanderar. Me piden que emita mi voto de conformidad. Yo no me voy a conformar. Definirse, decía alguien, es limitarse. Yo no me voy a limitar. 


Las definiciones verbales distraen de la realidad. Por eso, con el poeta, subvierto: "lo que haces me distrae de lo que dices". Permanezco atenta a los hechos, porque ellos, tan implacables, son los que definen. 


Y los hechos son demoledores. 


A nuestros sátrapas habituales no les importa la infancia ya que les niegan a los niños varones lo que les conceden a las niñas: asistencia en caso de agresión sexual en un centro especializado de Madrid. Allí mujeres y niñas serán atendidas pero los niños –los niños– no. Hay menos víctimas varones, justifican, y se ve que por tratarse de un número más reducido no cuentan, no sufren, se les obvia.


No les importan las niñas (los niños por descontado que no) cuando bajo su tutela son presa de abuso, negligencia y prostitución, en Baleares. No les importan, se lavan las manos, relegan titulares, distraen con humo, se les obvia.


En España entera no les importan los niños (de ambos sexos) asesinados por sus madres, sí les importan los asesinados por sus padres, de ese modo  justifican sus diatribas contra "el macho opresor"; cuando es la hembra madre –la hembra madre– la que más asesina a los hijos y no los padres, pero si el número más reducido es el de ellos tampoco cuenta, el dato se silencia.


Los huérfanos, de ambos sexos, no les importan tampoco, ya que si fue el padre quien mató a la madre la pensión es mayor que si la madre fue la que mató al padre, en cuyo caso la pensión es menor. Porque la vida de la hembra se cotiza más en el mercado de prebendas estatales, goza de mayor valor, la del macho se tasa en un precio menor porque dicen –dicen– que el macho es un "opresor".


La infancia toda, sin embargo, sí les importa cuando se trata de secuestrar las mentes infantiles (tan maleables) para impartirles doctrinas en arrestos escolares de muchas horas día a día. "Dejad que los niños se acerquen a mí" –ordena el Estado– que tiene ya preparados sus juegos envenenados en papeles de colores, porque dicen sus voceros –dicen– que cuida de ellos y los protege, y que lo hace más y mejor que sus familias.


Si con la infancia estos son sus hechos –los que los definen, y no sus palabras–  con los adultos ¿cómo será? Subir el sueldo mínimo y las pensiones con una mano mientras con la otra,  de trilero, elevan los precios de los suministros energéticos, aumentan los impuestos e inventan otros nuevos. Necesitan dinero para dedicarse, con cargo al presupuesto general, a la demagogia más sonrojante, a ampliar carteras ministeriales, a crear altas direcciones y canonjías desde donde saquear a destajo y cobrarse bien los servicios que sólo a sí mismos se prestan.


Las definiciones verbales distraen de la realidad. Por eso prefiero estar atenta a los hechos, los implacables, y que sean ellos los que me abstraigan de las promesas tramposas y las mentiras feraces de quienes se valen del poder y sus perversiones.































  

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