La libertad no consiste en abrazar la doctrina adecuada sino en desasirse de todas ellas

martes, 25 de febrero de 2020

JOAQUÍN, EL TRIUNFADOR





La resonancia en las redes es el espacio publicitario de más calado. Lo que se dijo ayer en la ceremonia de los Óscar del cine indigna a unos y embelesa a otros y es replicado por millones. El premiado como mejor actor agradeció su reconocimiento con un discurso que es el envés de los  tildados como "discurso de odio" y predica un inusitado amor por esta o aquella minoría oprimida sin olvidar incluir en un apartado bien visible la compasión por las vacas, las desposeídas, esclavas encadenadas de la voraz cadena alimentaria humana. La vaca lechera, como sabemos, no es una vaca cualquiera, es la nueva proletaria, es la vaca más explotada, tolón, tolón. 



¿Pero quién puede estar en desacuerdo con el bueno de Joaquín? Aquellos que odiáis, odiadores de redes, que parece mentira tanta desfachatez e incomprensión a la clase productora ¿Productora de cine? No, de leche ¡¡Leches, ya!! La indignación impulsa el odio (¿o éste no es sino un resentimiento antiguo?) El nuevo amor universal de moda es por la justicia y la naturaleza, no siempre reconciliados como nos mostraría cualquier manual de biología si necesitáramos consultarlo, que no lo necesitamos porque ya está la publicidad en todas sus variables para indicarnos el camino a seguir. 



Algunos creéis que Joaquín es tonto, pero no es así, es listo, muy listo, si no ¿Por qué creéis que ha triunfado? Para triunfar no vale cualquiera hay que saber interpretar muy bien, todos los papeles, sin dejarse atrás ninguno, los del guión de la película y los de toda pantalla. Y no me refiero sólo a las que sostenéis en la mano, me refiero a esa otra que alumbra como fe cegadora, sí, la publicidad, ya lo he dicho, pero como sus maestros bien saben hay que repetir, que en repetir sin cesar está el quid de que el mensaje se instale. 



Por eso, porque hay que repetir, todas las ceremonias del cine contienen mensajes, los mismos, para que no se os olviden. Para que todo amor o todo odio sean en ellos y por ello replicados y envueltos en vuestras pasiones del instante. 



Gracias, Joaquín, te debemos una. No, ¡qué digo! Te debemos varias. A saber: eres un triunfador y por eso se te escucha, eres un gran actor e interpretas como Dios todo papel asignado, (premio, premio), por si lo anterior fuera poco además encarnas nuevos valores de una justicia inédita, la de la naturaleza toda,  esa que debe estar allá lejos, detrás de los cristales de la ventana y de la avenida de circunvalación atestada de coches que pitan en la hora punta, encaramada a la copa de los árboles del parque ¡Qué tiempos aquellos de la infancia en que descendimos de ellos para caminar inseguros por la hierba!



También te debemos, Joaquín, querido, permíteme que te trate con tanta confianza como si fueras mi amigo, que no se hable de temas feos y oscuros, tan desagradables como que no todos los explotados y desposeídos son bellas vacas que merecen pastar con Vivaldi sonando en la nube musical y algodonosa de un pintoresco paisaje. A veces son niños y otras adultos sin looks a la moda (¡Habráse visto!), que ignoran por completo si tienen intolerancia a la lactosa, al gluten o a las ondas del micro para calentar el desayuno. 



Un aplauso para Joaquín, que vive de ellos, pero si sois tan odiadores y recalcitrantes que no os gusta su discurso, sois libres de odiarle,  eso sí, no dejéis de hablar de él, por lo menos no hasta la siguiente tanda de anuncios. 









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