La libertad no consiste en abrazar la doctrina adecuada sino en desasirse de todas ellas

domingo, 24 de agosto de 2014

Libertad de conciencia


En las sociedades occidentales la libertad es casi indefectiblemente la oportunidad de elegir entre distintos bienes de consumo, distintas marcas que contribuyen a la identificación de los individuos con determinados estilos de vida de entre los preestablecidos como admisibles por el statu quo. Como tenemos derecho a voto, a elegir representantes, a protestar con pancartas, tendemos a pensar que disfrutamos de libertad política, así mismo tendemos a creer que existe libertad de expresión porque desapareció la figura antipática del censor que obligaba a bajar la longitud de las faldas o a achicar escotes, porque se pueden emplear términos soeces a discreción y porque no estamos obligados a argumentar con solidez las opiniones que decimos profesar.
La libertad, en todas sus acepciones, no es un debate que esté presente en nuestra sociedad, no interesa más que, ésta sí, la libertad de hacer negocios a tuti plen, sin traba alguna, este es el uso restringido del término que blanden sin pudor los neoliberales del sistema, todos ellos autodenominados adalides de la libertad. El común de los individuos, es obvio,  está más afanado en conseguir igualdades de derecho, que casi siempre redundan en rendimientos materiales, que en la libertad. Pero qué será eso de la libertad. Si nos pasamos el día eligiendo entre las distintas opciones que nos proporciona el mercado de consumo ¿es eso libertad? ¿Si podemos elegir entre Colgate o Profiden somos libres?
La libertad principal hoy es, a mi entender, la libertad de conciencia, pues sin ella no podemos hacer ejercicio pleno de las demás libertades. 

A menudo en los "catecismos" progresistas de toda laya la libertad de conciencia no ocupa más que un lugar ínfimo donde se cita de soslayo la opción individual de elegir entre los distintos credos religiosos el que más guste profesar a quien quiera optar por alguno o a no profesar ninguno. Sin embargo, aquí aludo a un concepto de libertad de conciencia más amplio, aquel que se refiere a la libertad del sujeto para determinar por sí mismo qué opción le parece más verdadera, más éticamente aceptable, más ajustada a la realidad concreta de su existir en tanto que ser individual y social. 
La realidad hoy es que en nuestra sociedad actual no existe libertad de conciencia, ni siquiera para optar entre Colgate o Profiden, pues los medios de adoctrinamiento están presentes como en ninguna etapa histórica anterior en nuestras vidas. En toda época ha existido el aleccionamiento de masas por parte del poder constituido pero nunca como en el momento presente los medios utilizados han resultado de una eficacia tan refinada y perseverante. En la actualidad, desde que nos levantamos hasta que nos acostamos recibimos diariamente una cantidad abrumadora de impactos mediáticos. Publicitarios, esto es, del mercado de consumo tratando de imponernos sus productos y con ello obteniendo incalculables beneficios económicos, así como propagandísticos, del sistema de dominación  inculcándonos lo que es útil a sus intereses de perpetuación. Nuestras vidas transcurren en un continuo lavado de cerebro, desde los anuncios presentes en los medios de transporte, en las aceras, en el reinado perpetuo de las pantallas,  fijas o portátiles, de gran tamaño o de bolsillo. Mensajes acuñados por la industria de la publicidad y del ocio, ésta ultima particularmente lesiva pues si alguna resistencia consciente podemos oponer a la publicidad e incluso a la propaganda política se hace especialmente dificultoso oponer resistencia ante los productos mediáticos del ocio que nos presentan de manera amable, subrepticia, un adoctrinamiento envuelto en el celofán de la sonrisa o la carcajada, o cualquiera otra de las "emociones fuertes" disponibles, cuando más bajas se pueden hallar las defensas del espectador.  Ellos determinan qué es lo correcto en el pensar, tanto si se trata de la moda en el vestido como en el grado de moralidad o inmoralidad de algún acto en concreto y lo logran a fuer de repetir incesantemente los mismos mensajes de diferentes maneras para llegar a los distintos "target", hasta que queden fijados en el ideario colectivo como verdad incuestionable. Logran que creamos que pensamos lo que pensamos por nosotros mismos y no advirtamos que lo han pensado ellos por nosotros y nuestro "sistema operativo" cerebral lo ha asumido como "software". 
Si no somos libres en el pensar, todos los actos que se deriven de ese pensamiento construido desde fuera de nosotros no serán actos libres, de ahí la capital importancia de la libertad de conciencia para que pueda existir la libertad plena. Si se nos impone una marca política como se nos impone una marca de dentífrico el acto de votar no es un acto de libertad. Si los medios de adoctrinamiento de masas, en manos de la gran empresa, la banca y el estado, nos imponen su "verdad" a base de repetir incesantemente las mismas consignas revestidas de disfraces atractivos o repulsivos, pues tienen a bien recrear un artificioso pseudo debate en el que la discrepancia siempre transcurre por los cauces afines al sistema que los gobierna, la dificultad en buscar la verdad por nosotros mismos es colosal. 

domingo, 1 de junio de 2014

Podemos o la cabalgata de la ilusión



Leo con atención el programa (de 36 páginas) de Podemos, lo encuentro muy socialdemócrata para estar sustentado por un partido, Izquierda Anticapitalista, de orientación troskista, pero recoge con minuciosidad todas las reivindicaciones de las Mareas y movimientos derivados del 15M. De hecho, los “círculos” no son más que un revival de las asambleas de indignados, ya en gran parte extintas al menos en la ciudad de Sevilla. Aunque con la distinción de que entonces las asambleas no querían líderes ni banderas y hoy aplauden calurosamente a líderes carismáticos, cuya cabeza visible ha tenido durante meses una inusitada acogida en medios de comunicación de masas y en programas de máxima audiencia, lo que no me parece casual. 

El programa socialdemócrata de Podemos no es más que una “carta a los reyes magos” de niños que demandan al papá Estado que les salve de las garras maléficas del Capitalismo. El discurso "anticapitalista" de la izquierda es ese: el Capitalismo es malo y el Estado es bueno, el Estado nos va a salvar del Capitalismo.

Creo que la crisis iniciada en 2008 nos ha venido a demostrar que el Estado no sólo no nos salva del Capitalismo sino que salva al Capitalismo, a costa de exprimir aún más a las clases populares. Recuerdo bien a Sarkozy, entonces presidente de la república francesa, abogando por refundar el Capitalismo. Desde aquellas infaustas fechas todos los Estados occidentales (en cualquiera de sus formas, sea en el ámbito municipal, autonómico, nacional, o supranacional, pues no me estoy refiriendo al Estado-nación)  no han hecho otra cosa que refundar, reforzar, apuntalar el Capitalismo, hundiendo en la miseria  cada vez a mayor número de sus súbditos, pues hasta de la condición de ciudadano con derechos no han dudado en despojarnos para servir a los intereses de las élites, sí, capitalistas y también, subrayemos, estatales, pues Capital y Estado forman un tándem de simbiosis perfecta, yo te doy y tú me das, y ambos conformamos esa minoría hegemónica que todo lo administra, que todo lo maneja, que todo lo controla.

¿Pero es factible el programa de Podemos? Los programas socialdemócratas tuvieron su momento de apogeo en la Europa de la posguerra hasta que a finales de la década del 70 fueron sustituidos por programas neoliberales. Lo que alguna vez fue factible podría volver  a serlo, pero las condiciones en las últimas décadas han variado. En primer lugar hay que tener en cuenta que la socialdemocracia era el sistema perfecto con que el Capitalismo se maquillaba -con la inestimable ayuda de los Estados-  de manera suficiente como para contrarrestar la amenaza comunista del otro bloque hegemónico que hoy por hoy no existe. Europa entonces  era aún una potencia económica de primer rango, lo que ya ha dejado de ser, oscurecida por las llamadas potencias emergentes, y no puede competir con éstas en eso que llaman competitividad, es decir en las condiciones penosas de explotación de la mano de obra.


Seamos ingenuos por un momento y pensemos que los que hoy ostentan la riqueza y el poder absolutos: el capital financiero, las empresas multinacionales, los Estados que legislan positivamente para que éstos sigan recogiendo beneficios sin fin y con ello continuar nutriéndose, están dispuestos a compartir parte de esos beneficios con las clases populares ya sea en forma de Estado de Bienestar, o en forma de incentivos al consumo, sólo en ese caso sería factible un programa socialdemócrata, si el sistema vigente necesita recurrir a ello para subsistir, sin duda lo hará y volveremos a la Europa de los estados sociales, pero si no necesita recurrir a ello para subsistir seguiremos padeciendo los recortes neoliberales. Lo que votemos o no las mayorías es secundario, aunque preferirán que votemos a favor de los intereses del sistema vigente y medios tienen a su alcance para lograrlo.


El papel de las izquierdas en este país todavía llamado España viene siendo el de reconducir el descontento popular hacia rediles donde éste sea manejable. Si echamos un vistazo hacia atrás vemos como en la Transición el PCE traicionó a la resistencia antifranquista, por no hablar de quienes han gobernado durante mayor número de años, el PSOE, que de manos de su carismático líder Felipe González no tuvo remilgo en desechar el marxismo si esto le aseguraba el poder, y sabemos que se lo aseguró a todos los niveles. Aquel líder carismático que entonces vestía traje de pana, hoy es un plutócrata de puro habano al que sólo falta la chistera para completar la imagen clásica de potentado de viñeta.

¿Qué será de aquí a unos años de los líderes carismáticos de coleta de hoy en día? No porfiemos a los oráculos. Centrémonos en el presente. El líder de coleta, profesor universitario, se dio a conocer mucho antes de la campaña electoral, en medios de comunicación alternativos, primero, y después, y durante muchos meses consecutivos, a través de medios de gran audiencia que ¡ay, coincidencia! pertenecen a grandes corporaciones no sólo mediáticas sino financieras y de la gran empresa multinacional ¿Casualidad? Creo poco en ese tipo de casualidades, ser invitado como contertulio de los programas destinados a crear el estado de opinión de los millones de televidentes diarios requiere cumplir con unos requisitos que pasan por ser apologistas del sistema, cuando no, para crear sensación de debate, ser antisistema de salón, que es lo que viene siendo el señor Iglesias, eso sí con un engolado tono universitario que le hace aparecer como el repelente niño vicente de la izquierda, inenarrable el momento estelar en el que en mitad de una de esas tertulias desafió a su oponente, el inefable Marhuenda, a contrastar con él su expediente académico, lleno de matriculas de honor, como corresponde a las generaciones más preparadas de la historia de este país, faltaría más. 

Pero los medios de comunicación de masas, (y cuando los mencionemos no debemos olvidar nunca quienes son sus dueños y a quienes sirven) no se han limitado a dar a conocer con antelación al líder de esa nueva iniciativa llamada Podemos, sino que una vez cosechados, gracias a ellos, un magnífico resultado en las elecciones europeas, continúan haciéndoles la campaña para la próxima cita electoral. Hace seis meses que no enciendo el televisor pero ayer lo encendí a la hora de máxima audiencia, cinco días después en varias cadenas estaban hablando al alimón de la citada iniciativa electoral. En las más escoradas a la derecha, intentando denigrar, bien, cuanto más llaman "antisistema" al líder, más consolidarán el voto de la izquierda en torno a él. En las más centradas ideológicamente, esto es la cadena estatal 24Horas, arguyendo contra él argumentos melifluos e inconsistentes, como de perdonavidas.

En los “círculos”, como antes en las asambleas del 15M, hay mucha buena gente, bien intencionada, que quieren luchar por un cambio cierto, pero no sé si esta buena gente será conducida hacia rediles manejables por el poder a través de iniciativas ilusionantes como Podemos, no sé si Podemos nos conducirá a todos en una cabalgata de la ilusión hacia un sistema renovado, tal vez con reformas constitucionales, tal vez con repúblicas sobrevenidas o con izquierdas de nuevo cuño, frentes populares mediante, que una vez en el poder se olviden de las promesas y digan diego donde dijeron digo, como tantas veces ha ocurrido. Si así resultara ser el sistema una vez más hubiera utilizado a las izquierdas para regenerarse y éstas hubieran utilizado al sistema en beneficio de unos pocos, de una nueva élite. Si el nuevo “frente popular” que se atisba en el horizonte electoral, resultara ser ciertamente combativo con las élites mandantes, posibilidad ésta altamente improbable, ¿cuánto tiempo tardaría la oligarquía en sacar los tanques a la calle como en el 36? pues una vez no resulten útiles las izquierdas serán desechadas como pañuelos de papel y la seudo-democracia de hoy sería mañana una dictadura sin mayores miramientos. 

El 15M supuso, al menos para una parte de quienes participamos en él, una posibilidad de pensar en un cambio futuro, cierto, verdaderamente antisistémico, esto es, ante todo, un cambio profundo en el sistema de valores, imprescindible para acabar con la dominación del Capitalismo, pues diariamente nos vestimos de Capitalismo cuando a lo que aspiramos es a consumir más. Cuando nos desentendemos de la gestión de nuestra salud, de nuestra educación, de nuestras viviendas y las dejamos en manos de gestores del Estado, esos que no miran más que por la perduración del sistema. Nos comportamos como niños que demandan al padre protección y que nunca se harán cargo de sí mismos. Tal vez nadie quiera crecer, todos queramos permanecer en un reino de Jauja muertos de risa con tal de que nos den el “soma” que nos haga obligadamente feliz como en el país que imaginó Huxley. 

Ya sé que las consecuencias de la llamada crisis o estafa, se está cobrando muchas víctimas, pero por más que demandemos justicia al sistema éste es por definición injusto, parcial, arbitrario, sirve a una oligarquía, hoy es una mañana puede ser otra, a menos que vayamos sembrando un mundo distinto que tal vez aún ni seamos capaces de imaginar. Personalmente, prefiero intentar imaginar un mundo distinto y dedicar esfuerzos a ello que perder energías en demandar justicia a un sistema que es injusto por definición.

domingo, 25 de mayo de 2014

Soledades de domingo... Amores de lunes

Soledades de domingo

 I

En un supermercado de una gran firma nacional, los compradores menudean en la tarde de domingo. Se trata de uno de esos locales con amplio horario de apertura que abarca hasta altas horas de la madrugada e incluye festivos. En la cola que aguardan tres o cuatro personas frente a la única caja operativa, un hombre de unos sesenta años se dirige a la mujer de mediana edad que le precede: " Vive uno solo y la tarde del domingo se hace larga, parece mentira que un domingo haya  necesidad de comprar, es como si a uno le faltara algo siempre, se deja llevar por el impulso de bajar precipitadamente a la calle aunque sea al supermercado". La mujer contempla los objetos completamente prescindibles que porta en sus manos quien le habla, no dice nada, paga al cajero la revista que un momento antes ha escogido del expositor de prensa y sale a la calle. 

Mientras espera el autobús que la llevará a casa, hojea las páginas de papel satinado, donde se despliega a todo color el diseño interior de grandes mansiones familiares, operación que se ve interrumpida por la llegada del vehículo. Antes de abordarlo guarda en el bolso su compra vespertina del domingo y pone rumbo a su piso de soltera de apenas cuarenta metros en un barrio.

II

En la terraza de una céntrica cafetería no todas las mesas están ocupadas a última hora de la tarde del domingo. Avanza la primavera y las temperaturas invitan a esperar la hora del atardecer para tomar un café o un refresco cuando aún no es hora del aperitivo.

La mujer de apenas treinta años ha llegado pronto a su cita y le contraría tener que aguardar sola la llegada de ese hombre a quien empieza a conocer y en quien deposita las esperanzas aún no muy precisas de una relación. 

Distrae la mirada entre las mesas a medio ocupar del entorno mientras es abordada por una mujer de edad que amablemente le solicita permiso para ocupar asiento a su lado. La sorpresa,  por un instante, la sume en la confusión, no sabe qué exactamente quiere la desconocida de aspecto honorable y atildada vestimenta: "¿Perdone?", "Sí, le decía si no le importa que le haga un rato compañía pues he visto que está usted sola en esta mesa", "ah, no, es que, verá...estoy...estoy esperando a alguien", sonríe azorada, la señora de edad le devuelve la sonrisa sin azoramiento y con resignada aceptación se retira de la mesa.

La mujer no alcanza a comprender por qué una desconocida  ha solicitado asiento en su mesa cuando hay tantas sin ocupar en la terraza, además, se dice para sí, alguien de aspecto tan agradable no es probable que sufra algún trastorno mental. Pero advierte que la señora vuelve a solicitar asiento entre las pocas personas que están ocupando solas una mesa, con el mismo resultado infructuoso.

El sol ha bajado en el horizonte y está a punto de desaparecer cuando llega, puntual a la cita, el hombre a quien está aguardando. Su presencia la rescata de cualquier otra observación, tienen mucho que decirse, él la atrae poderosamente. 

Transcurridos unos minutos, en un punto de inflexión en el diálogo, la mujer advierte que la desconocida que mendigaba compañía ha acabado sentándose, sola, en una mesa en el centro de la terraza, donde se deleita con una infusión que escancia con parsimonia de una tetera, sus facciones delatan aplomo, aceptación y un esbozo de sonrisa vuelta hacia su propios pensamientos.



 

Amores de lunes

I

En días laborables, las horas se compilan entre informes, agenda compartida, asuntos pendientes que requieren puesta en común de ideas, son compañeros que en la pausa para el almuerzo conversan animadamente, prestándose entre sí cuidada atención aunque la trivialidad del tema no requiera entrar en matizaciones precisas. La mujer, de facciones regulares y ancha sonrisa, es levemente más baja de estatura que  el hombre que camina a su lado, de complexión atlética y calvicie completada por un rapado integral que hace de su cráneo una efigie de moneda antigua. Pronto culminarán la cuarentena y doblarán la esquina de una década que inaugura decenio. Los hijos crecen, es de agradecer que vayan dejando atrás la voluble adolescencia, a veces el parentesco sanguíneo o político salpica el diálogo de anécdotas familiares, los respectivos cónyuges no siempre quedan al margen de ese territorio común de la oficina que solo a ellos dos pertence, pero cuando los aluden lo hacen como de pasada, como quien hace un cuenteo de inventario.

En casa dan por descontado el calor de lo reconocido, los hijos, el marido, la mujer, presentes durante años, en un discurrir de afectos, discusiones, acuerdos y apego de lo tibio que alimenta los apetitos básicos: el calor de manta en invierno, la ráfaga de ventilador en verano, yo también a tí, díselo a mamá, ha llegado tu padre, saca los pies de encima de la mesa, sólo faltan los cubiertos, he pedido un anticipo. 

Pero anécdotas al margen, la oficina es  un paréntesis en lo familiar cotidiano, conforma una vida en paralelo que es otra vida, una complicidad tácita, sin definiciones que acoten, sin necesidad de concreciones más allá de la sonrisa, la mirada cálida, ocho horas diarias, cinco días a la semana. Sin citas a escondidas, sin engaños.

Cada mañana, al ritmo de la alarma del despestador, se irán desperezando esas otras cuestiones que sólo atañen al mundo de la oficina, una página nueva en el dietario, asuntos por resolver que se comparten, la hora del almuerzo, la sonrisa ancha, un casual roce de antebrazos, una circunstancial   palmada en la espalda, ese brillo que luce al fondo de una mirada, el lunes es el primer día de la semana.


 II


Han entrado al bar donde suelen desayunar a diario para tomar un bocadillo aprovechando una pausa entre clases. Tienen apenas veinte años, el muchacho alto con gafas de pasta se expresa con enfático amaneramiento, el otro, que le aventaja en estatura, le convierte en blanco de sus confidencias.

- Joder, tío, estoy fatal

- Eso digo yo, hay que ver qué mañana llevas, por Dios
  
- No he pegado ojo en toda la noche

- ¿Y eso?

- Esa rubia que me trae loco

- ¿La...? y qué que te trae malo, ¿no?

- En un sin vivir

- Pero que te pone...

- Que no paro de comerme el coco

- Pero tú no te...

- Sí, pero para nada, ni por esas duermo

El muchacho amanerado suelta un histriónico suspiro, el que acaba de confesar su rendido amor por una rubia ausente de la escena tiene el rostro abatido por el insomnio, así permanecerá durante bastantes días consecutivos. Quien le observa lo hace con una mezcla de conmiseración y envidia. Es alto, con un cuerpo levemente musculado por la práctica del baile, el pelo negro ensortijado le cae en cascada sobre la frente, en el rostro una belleza de Grecia antigua. 

Deambulará como un trasgo en noches de luna durante semanas, su figura forma parte del paisaje cotidiano en las inmediaciones de la Escuela Superior. 

Algunas semanas después de la confidencia en el bar, reaparece de nuevo en el local, esta vez acompañando  a una muchacha. Ella, nítida la piel en labios y cutis, es lánguida y frágil como suelen ser las mejores rubias.  Se dirige a la máquina expendedora de bebidas girando el cuerpo hacia su derecha, escorzo que el muchacho amaga con abrazar sin acertar a hacerlo, sus brazos parecen ejecutar un movimiento de danza truncado pues no ha alcanzado a aferrar la cintura de ella, sus manos aventan el aire que la rodea, como abriéndole camino en el espacio vacío. Hasta cierto punto los gestos pueden ser contenidos por la razón, la mirada, sin embargo, es delatora si ha sucumbido a un hechizo. La está queriendo con los ojos sin llegar a alcanzarla.

No se les ha vuelto a ver juntos ni en lo que restaba de aquel curso ni ya avanzado el siguiente. Tampoco nadie ha comprobado si en el patio porticado de la Escuela ha brotado, fruto del amor esquivo, un laurel.

en luengos ramos vueltos se mostraban
Apolo y Dafne (Bernini)



A Dafne ya los brazos le crecían
y en luengos ramos vueltos se mostraban;
en verdes hojas vi que se tornaban
los cabellos qu'el oro escurecían;
  de áspera corteza se cubrían 
los tiernos miembros que aun bullendo 'staban;
los blancos pies en tierra se hincaban
y en torcidas raíces se volvían.
  Aquel que fue la causa de tal daño,
a fuerza de llorar, crecer hacía 
este árbol, que con lágrimas regaba.
  ¡Oh miserable estado, oh mal tamaño,
que con llorarla crezca cada día
la causa y la razón por que lloraba!
Garcilaso

sábado, 3 de mayo de 2014

Sexo sin amistad

En los años sesenta del siglo XX dio inicio la que se ha dado en llamar la revolución sexual. Contestando las pacatas décadas precedentes, donde la licitud de la práctica sexual se circunscribía a las relaciones formalizadas por el matrimonio, una juventud enarbolaba la bandera de la sexualidad sin formalizaciones, esto es, sin matrimonio e incluso sin promesa de tal. Se alentó entonces el sexo sin amor, pretendiendo con ello derribar tabúes y ampliar los términos de la libertad individual. Medio siglo después el sexo sin amor campa a sus anchas en la sociedad narcisista, de consumo exacerbado y redes telemáticas, de los países occidentales.

Podría pensarse que tras décadas de "liberación sexual", donde la práctica del sexo no constituye un vergonzante tabú, la prostitución tendería a disminuir o incluso a desaparecer por obsolescencia. Pero los titulares periodísticos nos muestran que en países como España lo que viene sucediendo no sólo es que no tiende a desaparecer sino que incluso se dispara en flecha.

Así pues, la mercantilización del sexo mueve una industria de abultados beneficios, junto a la pornografía, la prostitución que atiende la demanda masculina y las reuniones tuper sex para mujeres, la proliferación de tiendas especializadas, la industria editorial surtidora de manuales de expertos que  determinan qué prácticas son recomendables y cuales no, etc, el dinero fluye en proporción a la deserotización del sexo.

Pero tal deserotización no alcanza únicamente a las relaciones mediatizadas por el dinero, sino que va más allá. La pregunta pertinente aquí sería ¿cómo se relacionan las mujeres y los hombres de las clases más populosas, esto es, aquellos que no pertenecen a las élites? Este artículo no pretende constituir un exhaustivo trabajo de investigación ni cotejar profusos datos estadísticos, se basa en la observación personal de quien lo escribe y, empleando una metáfora cinematográfica, pretende hacer un "barrido de cámara" somero por los lugares donde una parte de la población busca y en ocasiones encuentra practicar sexo fuera de las relaciones formalizadas.






Los locales nocturnos, bares de música estridente, discotecas de moda, constituyen una suerte de lugares de mercadeo de la carne en expositor. La escasa iluminación sólo presente en focos multicolores que describen incesantes piruetas, el atronador chunda chunda de los altavoces, unido al consumo de alcohol y otros estimulantes, convierten esos locales en escenario proclive a las impostadas vamp de la noche, a los diletantes donjuanes de guardarropía, a aquellos que sin más buscan una diversión instantánea  y, con suerte, algo de sexo.

Porque la práctica sexual, nos dicen los expertos, es algo saludable. Así, junto a la ración de fibra pertinente, el pedaleo intensivo en una bicicleta estática y el bífidus activus de los yogures, practicar  sexo, aunque no sea más que ocasionalmente, es bueno para el organismo. 

Por la pista central, como si de un circo se tratara, circula una no muy diversificada fauna, entre las que destacan recién divorciados cuarentones, ellas y ellos, con el aire extraviado de las mascotas domésticas, ahora sin collar. Para ellas un estudiado look que enmascara las incipientes arrugas, carmín y rimmel water proff, para ellos inundaciones de colonia Hugo Boss, condón en el bolsillo, su mejor pantalón.

Si hay suerte, si de entre el material en almoneda ha habido alguno o alguna que no ha sido apartado como muñecos sin pilas en una estantería de trastienda, la noche acabará en sexo apresurado, gimnástico, sexo por higiene, que ayude a engrosar de alardes el currículum de conquistas.

La soledad patológica del individuo de las sociedades opulentas de occidente da lugar a la creación de nichos de negocio que abarcan cualquier parcela de la vida, el sexo, por tanto, no escapa a la oportunidad de obtención de pingües beneficios. Así han proliferado las herederas de las ya periclitadas agencias matrimoniales, los sitios web donde se facilitan contactos y cruces de perfiles con mayor o menor afinidad, previo pago de cuota o financiación mediante publicidad. De esta forma completos desconocidos logran ponerse en contacto entre sí y establecer una cita a ciegas, que puede acabar en decepción o no según sean las expectativas creadas de antemano. Ocasionalmente  acaban en sexo. 

Las agencias de contactos on line vienen encontrando competencia en las redes sociales, donde grupos de solteros y solteras buscan, desde páginas creadas por ellos mismos, encuentros personales, programan quedadas en grupo o comparten el tedio de oír las mismas canciones, los mismos titulares noticiosos, las citas de autores anónimos con frases pretendidamente profundas que viene siendo un género muy recurrente en la red. Todo ello desde el terminal del móvil, mientras viajan en metro o autobús, aguardan cola en el supermercado o engullen un bocadillo.  

En los contactos on line hay una variedad particular, la del  emboscado, esto es, quienes fingen un perfil haciéndolo pasar por auténtico para poder así  iniciar contacto con alguien a quien les hablarán por chat durante algún tiempo bien con la finalidad de conseguir un encuentro en persona o por pasar el rato. Se sabe que el emboscado es un embaucador si no acude el día de la cita y borra todo su rastro en la red. ¿Finalidad? Fantasear con un otro, crear un personaje a quien les gustaría parecerse pero sus numerosos complejos se lo impiden, hablar de sexo para encontrar el punto de excitación que les haga más apetecible el acto solitario de una paja, casados infelices que no pueden costearse un divorcio...

No bastaba con deserotizar el sexo, esto es despojarlo de su componente amoroso, también había que despojarlo de la camaradería y complicidad de la amistad, así se ha originado un nuevo tabú que impide la práctica sexual entre amigos. Si el sexo es algo que hay que practicar por higiene, por no parecer un reprimido sino alguien resuelto y sin prejuicios,  si se le niega todo ingrediente emocional o afectivo, es como hacer de él un miembro amputado, un cadáver que flota a la deriva. Dicho tabú suele justificarse con el falaz argumento de que si se practica sexo con un amigo la relación ya nunca será igual porque o bien pasarán a ser una pareja o bien la amistad finalizará. Lo cierto es que ese tabú se sustenta en la incapacidad manifiesta para gestionar las emociones de los sujetos solitarios, narcisistas y solipsistas de la sociedad contemporánea que han perdido la capacidad para la sociabilidad, la empatía, el trato afectuoso, las maneras respetuosas para con sus semejantes.

Nuestro mundo es un mundo de objetos: aquellos que poseemos o aquellos que queremos poseer. Nuestra vida un consumo luego existo. La relación que guardamos con los objetos la hacemos extensiva al trato con las personas. Si los aparatos que adquirimos tienen fecha programada de obsolescencia, del trato con las personas podemos decir que tienen la caducidad de un medicamento que proporciona alivio sintomático sin alcanzar la sanación. Consumimos objetos, consumimos espectáculo, consumimos diversión, consumimos personas y nos vamos consumiendo nosotros mismos como el rescoldo de una llama a punto de extinción.

El hedonismo imperante nos embauca haciéndonos creer que la obtención de placer es el fin último del sexo, pero no reside ahí su verdad, lo cierto es que el placer es sólo un componente del eros. Haciendo un símil culinario: un plato no es un sólo ingrediente, lo componen varios ingredientes y una elaboración esmerada que los combina y dosifica en sus justas proporciones. Esa combinación nunca va exenta de emocionalidad, afectividad, sensibilidad afín y el etcétera con el que quiera aderezarse. Si la obtención de placer fuera el fin último del sexo no iríamos hacia un otro pues estamos dotados para procurarnos placer de forma autónoma.

Vivimos malos tiempos para la erótica o arte del eros, hemos desintegrado el sexo olvidando que es el nexo que nos hace trascender en el otro.
  
En algún remoto lugar de la memoria hay un hombre que, velado por las nieblas del tiempo, susurra a oídos de una mujer "desearía que en lugar de adentrarme parte en tí, pudiera entrarme en tí entero y que me volvieras a parir".
















 






     


 

miércoles, 23 de abril de 2014

Hombres


Dedicatoria 
A los hombres denostados, los sin poder, alienados por el trabajo, con empleos precarios, en la desesperanza del paro o en el desempeño de un autoempleo de sobreesfuerzo y subsistencia; a todos esos hombres numeorosos, anónimos, compañeros, hermanos, cómplices, vecinos, hombres cercanos, desapercibidos, a  esos hombres cotidianos.




J., inmigrante con dos hijos, acepta el trabajo de limpieza por horas que no puede atender su mujer. Es un joven risueño, rápido y concienzudo en el empleo del estropajo y el quitagrasas, ¿por diez euros la hora? no, doña, son nueve ahora, los sueldos bajaron usted sabe, dice, acabada la jornada entre productos de limpieza, sin dejar de sonreir. Por la mañana muy temprano no puede aceptar encargos sin antes haber llevado los niños al colegio, pero ya usted me llama por las tardes, para entonces los niños están ya en casa con mi esposa y yo puedo trabajar hasta la noche.


******


En la puerta del conservatorio, un grupo de chavales se arremolina a la hora del mediodía. Algunos portan a modo de mochila o bandolera un instrumento de cuerda o viento. Son hombres jóvenes, recién emergidos de la adolescencia, que sueñan con convertirse en virtuosos del piano o el violín. A alguno se le oye afinar una portentosa voz de barítono en ciernes que extremece escuchar. Al poco van apareciendo por la tienda de comidas, con ese hambre furibunda de la extrema juventud, demandando hidratos en abundancia porque practican deporte o ballet. Universitarios que estudian para artistas, cuyo porvenir tal vez, como a tantos, les guarde una  errante diáspora.


******


Mi madre, sabes, falleció hace poco -me dice un hombre que ronda la cuarentena- desde entonces mi padre, ya muy mayor, anda como desorientado y no parece asumirlo. He venido a informarme para traerle aquí a que compre comida y deje de estar en los bares.

Quien así hablaba pocos días después volvía acompañado por un septuagenario a quien se dirigía con desmañada ternura: papá, mira, esto es comida casera, hay muchas cosas, qué te gusta. El padre parece no participar del mundo que le rodea y quien a él se dirige me demanda auxilio con la mirada. Finalmente se produce entre ellos un pueril forcejeo por ver quién paga la cuenta, como si el uno quisiera agradecer sobre el otro el favor de la atención prestada. 

Es frecuente contemplar escenas de ternura entre un joven padre y su hijo en edad infantil, sin embargo las ocasiones de atención afectuosa de un hombre adulto con su padre anciano resulta un hecho menos habitual, quién sabe si por ese pudor tan acendradamente masculino de exhibir sentimientos que delaten vulnerabilidad.


******


Desde la marquesina de la parada del autobús, el hombre objeto de la publicidad, anuncia ropa interior con el gesto ausente de los viejos maniquíes de escaparate de almacén en saldos. El cuerpo exhibe el trabajo de gimnasio y la dieta rigurosa, el rostro una perfección plástica de cirugía o fotoshop. Es una belleza triste, hueca, sin alma,  como de ojos de vidrio, es la belleza inane de un autómata. También a los hombres les ha alcanzado la voracidad depredadora de las industrias de la estética y la moda. Si un día, principiando el siglo veinte, en una operación publicitaria sin precedentes, a las mujeres se las persuadió de que fumar cigarrillos era sinónimo de libertad y emancipación, a los hombres hoy se les persuade de que deben depilar sus cuerpos, adquirir complementos, ropa u objetos que les borren los signos visibles de la masculinidad.  


******



El cabello completamente cano no dulcifica el rostro impenetrable de quien, con voz rota, apenas es capaz de elegir, de entre una variedad de comidas en exposición, lo que comerá hoy. Finalmente señala una bandeja como al azar y cuando le inquiero si es esa la comida que debo servirle asiente con gesto desganado, se diría que asentiría igual si lo que le ofreciera fuera cicuta. La comida es sólo un trámite, uno más de los que han jalonado los días pasados, transcurridos entre pésames, hospital, ambulancia. No es difícil advertir el dolor de una pérdida irreparable en el rostro de quien la sufre, me pregunto a quién habrá perdido para siempre este hombre entrado en la cincuentena. 

En días sucesivos no será complicado deducir que se ha quedado solo: compra la ración justa para una persona, no se detiene en elegir qué puede resultarle más grato al paladar, agradece que le evite el dilema de tener que decidir y asiente apresuradamente cuando le ofrezco una sugerencia, como queriendo liquidar un enojoso asunto. En la rigidez del rictus se le dibuja el dolor sin paliativos. 

Al cabo de los días, las semanas, más bien,  irá esbozando un amago de sonrisa cortés que invariablemente deviene en mueca.

Son muchos los meses que han hecho falta para que la sonrisa de forzada cortesía ceda a la de agradecimiento por la resolución de ese inconveniente doméstico de tener que preparar comida para sí, como si no fuera bastante inconveniente, doloroso, muy doloroso, tener que comerla solo.


******

Cada pocos días R. aparece tras el mostrador que oculta casi por entero su esmirriada figura, es joven, delgado, de muy corta estatura, con unos rasgos faciales casi infantiles, la voz muy queda de quien teme incordiar. Me llama por mi nombre, mientras me saluda voy a buscarle comida, ya no tenemos que entrar en detalles, el primer día, con gran pudor, la voz titubeante y dando grandes rodeos, vino a pedirme la comida sobrante, porque R. vive en la calle. 

Son muchas las familias que están quedándose sin hogar como consecuencia de la crisis económica, pero entre la población sin techo es considerablemente superior el número de hombres sin casa al de mujeres. A R. el transcurso del tiempo lo ha hecho más desconfiado, se le ha afilado el rostro, cierra los puños dentro de los bolsillos, se le está afinando el gesto de alerta como a un pequeño roedor.  En la última ocasión que le he visto exhibía heridas en la frente producto de una reyerta nocturna con unos tipos que le disputaban el sitio en los soportales donde pernocta junto a otros compañeros. 



 









jueves, 17 de abril de 2014

Veinte grafittis delebles y otros muros que hablan

Las paredes de las grandes ciudades sirvieron en décadas pretéritas de soporte a las protestas populares. Desde ellas se clamaba por la libertad, contra la injustica social, por la amnistía de presos de conciencia. Pero estas pintadas vindicantes, un día, imposible de precisar porque la memoria es esquiva, desaparecieron y desde aquel incierto momento en su lugar surgieron garabatos improvisados con spray que nada dicen y que nada pretenden decir, cuyo único fin, si alguno tuviera, es proporcionar tarea al estropajo y los disolventes que con denuedo emplean los asalariados de la limpieza. 




Ahora en las paredes de la ciudad nadie escribe frases legibles a mano alzada, tal vez por el exceso de rótulos profesionales que saturan la fatigada atención de los viandantes.

Sin embargo, las nuevas tecnologías de la información nos han proporcionado a los cada vez más numerosos usuarios de ellas, un muro particular en internet desde donde proclamar lo que se nos ocurra o desde donde rebotar una y mil veces las consignas de otros. Hecho éste último más frecuente que el de improvisar frases que no sean las triviales novedades domésticas de las que queremos ser protagonistas por partida doble una en la realidad "real" (admítase el pleonasmo) y otra en la realidad virtual. Siendo la virtual la que día a día conquista más terreno a la realidad sin adjetivos. 

Pero la virtualidad es delicuescente, una vez dicha una frase, una ocurrencia, es remplazada rápidamente por otra nueva en un incesante estallido de pompas de jabón. 

Los veinte (o los que sean) grafittis que he escrito hoy en mi muro quedarán en el purgatorio virtual, tampoco es cuestión de emplearse con la brocha sobre las paredes de los edificios y si bien no necesitarán aguarrás para pasar al olvido, tampoco añadirán trabajo de limpieza.

Pocas cosas hay hoy más subversivas que el pensamiento, pensar zafándose de las garras de la propaganda, por uno mismo, requiere voluntad, disciplina, constancia, se diría que de un esfuerzo sobrehumano, aunque nada nos hace más netamente humanos que pensar, aunque lo hayamos olvidado.(Hace 9 horas)
Amo la política y aborrezco a los políticos. No olvido que ni me representan los que ahora son ni me representarán los que mañana sean. Una ética como autoconstrucción del yo y una política como autoconstrucción del nosotros.(Hace 8 horas)
Quien dijo "ama y haz lo que quieras" fusionó en una escueta frase dos grandes atributos tan netamente humanos como el pensar, esto es la construcción del amor y de la libertad. El amor por la libertad y la libertad que se expresa en actos de amor. Pensar. Amar. Ser libres. Luchar, siempre luchar.(Hace 7 horas)
Pensar ¿pero quién piensa? Amar ¿pero quién ama? La libertad ¿pero quién de verdad la anhela? Luchar por la libertad supone la abolición de las tutelas. Amar requiere la supresión del interés particular. Pensar implica desbaratar el discurso dominante. Y no soy nada original en mis propuestas, se me puede tachar de anacrónica, al fin y al cabo sólo estoy desenterrando la voz de los ancestros. ¿Pero es que acaso alguien recuerda cuando éramos humanos?(Hace 6 horas)
He dicho que nadie escribe ya frases legibles en las paredes de la ciudad y  he sido parcialmente veraz, hay muros que hablan, muros de sólido ladrillo y no pantallas desde los que se proclama un anónimo amor o desde los que se alude al contingente lector, fechas de ignoto significado, nombres propios, jeroglíficos inextricables. Hace pocos días amaneció bajo mi ventana  una recomendación:






Cabe deducir del diminutivo un especial cariño hacia la aludida, tal vez persona de corta edad.  

Las palabras manuscritas son un gesto de afirmación, escribirlas sobre el cemento un acto de resistencia. Son tangibles la pintura, la recia pared donde adquieren un lugar entre lo cotidiano del mundo. Aspiran a la permanencia y suponen una, aunque tibia, no desdeñable rebelión contra las veleidades virtuales. Se podría decir  que persiguen una modesta transcendencia, abriendo un paréntesis entre el barullo de eso que en jerga tecnológica se denominan flujos de información y que en puridad no es más que el hostigamiento permanente de la libre conciencia.

Me pregunto si Albita necesita del consejo amigo para vivir la vida porque enredada en la virtualidad ya no sabe distinguir qué es qué o si la nueva adicción de los adolescentes por los juegos de ordenador la ha alcanzado de lleno. En cualquier caso alguien que bien la quiere le ha dejado una nota grafiada y visible, tal vez en mitad del transitado recorrido al colegio.

Todo pasa y nada queda en el galimatías de las redes virtuales, que no sociales, pues pocas cosas hay menos sociabilizantes que sentarse a solas durante horas frente a un teclado de ordenador a esquivar una vida por vivir. 

No se atisba una rebelión de paredes pintadas ya sea con antiguas consignas o con frases que superen la concisión de una oración simple. Hemos perdido, entre otras,  la costumbre de la caligrafía, y navegamos, seres errantes, por un ciberespacio enajenado esperando la hora de perecer ahogados en la viscosidad líquida de Bauman. 








lunes, 6 de enero de 2014

Pasajeros en el autobús

Los autobuses urbanos suelen ser una escuela de aprendizaje, si agudizamos los oídos podemos escuchar fragmentos de cotidianeidad que conforman un colage de la vida en las ciudades. Lo mismo  nos valen para detectar el estado de opinión surgido en torno a la última noticia de alcance que para escuchar la penúltima banalidad del día. Ocasionalmente, nos pueden proporcionar una anécdota de interés, algo que rompe la común rutina o, muy  extraordinariamente, pueden mostrarnos gestos de solidaridad inesperada. 

Hace unos días, cuando volvía más tarde de lo habitual del trabajo y el cansancio acumulado me hacía codiciar un asiento vacío en el repleto autobús, se produjo uno de esos gestos tan inesperados por escasos. Un hombre de mediana edad me cedió su asiento. Como no obedezco a ningún perfil de usuario que deba ser tenido en especial consideración (como se encargan de recordarnos las pegatinas indicativas que reservan asientos a minusválidos, embarazadas, ancianos o lisiados)  y como el asiento cedido no pertenecía a los destinados a tal cuestión, me causó desprevenida sorpresa. 

Quise agradecer la cortesía con una sonrisa pero pronto, como desentendiéndose de su gesto de amabilidad, el hombre se alejó unos pasos sin esperar respuesta alguna. No sé si se trataba de un buen samaritano que no quería que su mano derecha supiera lo que hacía la izquierda al tener un acto de conmiseración con un semejante o, por el contrario, temía que pudiera haber cedido el asiento a una feminista furibunda, que le pudiera montar un pollo en público por hacer gala de una caballerosidad trasnochada. 

El asiento me reconfortó un instante y también pensar que, sencillamente, había detectado el cansancio en mi cara y determinado que lo necesitaba más que él. Sería por tanto una persona de agudizada empatía, de esas que no abundan ni en los autobuses urbanos ni en casi ningún otro lugar. Porque para detectar ya sea el cansancio, la tristeza, la preocupación o cualquier otro gesto en la cara de otra persona tenemos que, inexcusablemente, mirarla. Pero mirarnos a la cara los unos a los otros viene siendo un hecho bastante excepcional. Para evitarlo siempre tenemos a mano alguna pantalla: el smartphone, el ebook, el mp4; o bien objetos más tradicionales: la prensa gratuita,  el libro de papel o, incluso, en casos de necesidad extrema, nos puede socorrer un catálogo comercial. El caso es parapetarnos, evitar mirar al otro. ¿Pero por qué no nos miramos? ¿Tememos detectar que haya alguien más cansado que pueda necesitar el asiento?

La mirada es el primer acto de reconocimiento sobre el otro.  Me mira, luego existo, le miro, luego no es un bulto sospechoso. No les miro, luego desaparecen. Cada día en las horas punta, desaparecen millones de individuos en las ciudades del mundo. Sin embargo ninguna pantalla o papel recoge el titular. Es una catástrofe que pasa desapercibida como la lenta erosión de un paisaje.

Alzar los ojos de la pantalla, despegarlos del papel, de la ventana, mirar despacio alrededor, advertir que hay gente, alguna persona, esa mujer que parece cansada...¿Y si al mirarnos nos damos la posibilidad de existir?