Días atrás tuvieron lugar en la política institucional dos hechos que hicieron hervir las redes, uno la adquisición por el líder de Podemos y su portavoz de una casa de lujo; dos la sentencia de uno de los mayores casos de corrupción de la historia reciente del partido en el gobierno. Mientras (en Andalucía, en Valencia, etc) siguen su curso otros casos no menores donde se juzgan tramas del poder para el enriquecimiento de líderes de partidos, significados militantes y redes clientelares.
La actualidad, sin embargo, se renueva a ritmo trepidante. Una vez emitida la sentencia del caso Gürtel, había que desalojar a M. Rajoy –ese capo de hampones que había mentido al tribunal– de la presidencia. Pero Don Corleone se resistía a dimitir, el poder crea viscosas adherencias y he aquí que Sánchez, escudero con aspiraciones de adalid, encontró oportunidad para postularse de nuevo, esta vez mediante una moción de censura que ha prosperado con el apoyo de Podemos y las minorías separatistas. Las veleidades del nacionalismo vasco pusieron precio a la traición que culminó con la investidura del líder del segundo partido representado en un Congreso muy fragmentado.
Todos los hechos mencionados se han desarrollado conforme a la legalidad vigente ¿por qué, entonces, han originado tan encarnizados cruces de comentarios? Vayamos por orden cronológico.