La libertad no consiste en abrazar la doctrina adecuada sino en desasirse de todas ellas

miércoles, 15 de noviembre de 2017

SENTIMIENTO DE IDENTIDAD NACIONAL


Los recientes acontecimientos en Cataluña y la orquestación mediática que han generado nos han impulsado a cuestionarnos acerca de qué es la identidad nacional. Más allá de diccionarios políticos o atlas de historia, cuyas consultas probablemente se habrán visto incrementadas estos días, hemos asistido a una inundación de reacciones en la red. La visceralidad ha primado sobre la reflexión y no únicamente porque el ruido alcanzó niveles ensordecedores sino porque de repente todos actuábamos como si nos hubieran mentado a la madre, aunque no todos exaltados por idéntico motivo.

Hay un diccionario no escrito de palabras contaminadas por el abuso. En España la palabra «patria» o «patriotismo», salvo en ámbitos militares o filomilitares, no goza de buena reputación. Cuarenta años de dictadura militar más los últimos cuarenta de apropiación por la derecha, heredera de la dictadura, de la bandera rojigualda (aunque en la versión constitucional), no alientan a una mayoría de la población a venerarla, aunque, no obstante, fuera agitada en las glorias de la selección de hace unos años.

El patriotismo catalán que demandaba independencia, una secesión territorial de España (ese mapa que todos reconocemos desde los tiempos escolares) puso a la defensiva a algunos que de repente se reconocieron españoles según ordena la constitución vigente y que, conforme a ello, obedecieron al impulso de correr hacia el bazar de la esquina a comprar una bandera, doblada en mil pliegues, para, sin demoras con la plancha, colgarla en el balcón. Ni qué decir de los avatares con la enseña que provocaron discusiones virtuales y baneados a mansalva y no necesariamente de catalanistas sino de esa otra España con sentimiento tricolor.




domingo, 12 de noviembre de 2017

ADA O EL CANDOR



En fecha reciente la señora Colau se ha retratado junto a la activista Naomi Klein, que abarrota auditorios internacionales con  su crítica al capitalismo del desastre. Dicha crítica, parcial, porque obvia decir que el capitalismo en sí supone un desastre,  desea y proclama un capitalismo de rostro humano. Entelequia ésta propia de la izquierda que, en la disyuntiva proporcionada por el mismo  Sistema, opta por el Estado frente al Mercado. No es de extrañar que, agradecido con quienes intentan mejorarlo, el Sistema ceda espacios amplios y altavoces de altos decibelios a tal fin. Así sucedió con los partidos de nuevo cuño que llegaron para romper el manoseado bipartidismo del 78. A sus líderes se les concedió la plataforma de las televisiones generalistas para darse a conocer. Sucedió con Rivera, con Iglesias y con la propia Colau, otrora activista por el derecho a la vivienda y hoy alcaldesa de una gran ciudad desde donde se postula para liderar mayores cuotas de poder.




El magnetismo del poder seduce, en particular a determinadas personalidades. El ejercicio del poder suele corromper, no necesariamente impulsando a saquear los presupuestos institucionales, que también (contamos por cientos los ejemplos de ésto en el panorama patrio) sino porque el dominio sobre otro, sujetar a otro por el deber de obediencia, proporciona un aura de superioridad, latente en quienes aspiran al poder, desarrollado hasta la megalomanía cuando de facto se ordena y se manda. Que ese poder pretenda legitimarse por medio de las urnas no le resta perversidad, le añade, sí, un esfuerzo en las tareas de seducción. Dos son las características que no pueden faltar en un aspirante a líder que pretenda medrar: encanto seductor y maquiavelismo, combinadas garantizan la prosperidad del pretendiente a cualquier «trono».

Colau lo sabe desde mucho antes de tomar el bastón de mando de la alcaldía. El activismo social sirve de trampolín propicio para el ascenso político de determinadas personalidades carismáticas. Sobre todo si no se posee fortuna o apellido por línea familiar, si no se tienen méritos académicos que airear, entonces un sindicato, una ONG, el activismo reclamante de derechos, es el lugar idóneo desde donde escalar en la pirámide social. Seduciendo por aquí, zancadilleando por allá, pactando con el mismo Satán, se han consolidado algunas carreras con carteras ministeriales y cargos de variado rango.




El candor, pues, no es un adjetivo que defina a los aspirantes a puestos de mando. Sí a aquellos que son seducidos: los palmeros y votantes. No sé si entre ellos se cuenta a ese que recientemente ha gritado «traidora» a Colau en un acto público. Un despecho tal no puede provenir sino de alguien que ha creído fervorosamente que ella era la voz de los sin voz, que esta vez sí lo iba a representar una digna representante. El caso es que fue desalojado por la seguridad allí presente y su pancarta resultó tan ninguneada como su dignidad. «¡Dejadle hablar!», gritó la aludida, a sabiendas de que no sucedería y porque mandarle decapitar resultaría excesivo hasta para la reina del cuento de Alicia.

martes, 7 de noviembre de 2017

ASÍ EN CATALUÑA COMO EN ESPAÑA



El Sistema (Estado y Capital) nos vende un paraíso que está siempre en otra parte, para pagar su alto precio nos mantiene, como cobayas, corriendo sin parar sobre una cinta deslizante, de manera que nunca alcancemos el fruto tentador.

Sea por un fetiche de marca que nos cree la ilusión de parecernos al futbolista o la modelo (paradigmas del triunfo) o por unos paraísos ideológicos que prometen lo que nunca han de cumplir, nos afanamos ansiosos en pos de una zanahoria, huyendo siempre del palo amenazante de damocles que nunca falta.

El Sistema nos puede vender lo que quiera porque todos los medios están a su servicio. Generalmente nos vende un pack completo donde se incluye el “problema” junto con la “ solución” en un kit con todas las piezas para armar. Como tiernos infantes nos entretenemos con el Lego de mil piezas, así, como los niños, bien distraídos, no damos la lata, o la damos con asuntos poco relevantes (¿Cómo se encaja esta pieza, papá?)

En Cataluña se nos vende una República Independiente, y Cataluña es pionera, la avanzadilla. El producto estrella, el Lego nivel dios, será la República Federal Española, o Confederal si hace falta. Aunque aún no ha llegado el momento del conejo triunfal de la chistera, antes habrá una ración de llanto y crujir de dientes, un quítame ese rey con este basto, un poquito de “revolución” televisada, un manifestódromo donde lucir pancartas; para así poder verter alguna lágrima de emoción con proclamaciones, que el espectáculo, ya se sabe, debe tener exposición, nudo y desenlace y todo debe ser narrado a su tiempo, los guionistas lo saben.

Así en Cataluña como en España no serán puesto en entredicho los grandes pilares del Sistema: la explotación del salariado, la esquilmación de los recursos, la vejación de la Naturaleza, la quiebra del sentido ético de la existencia que nos hizo humanos. Continuará habiendo clases, tanto esas aulas donde se nos seguirá adoctrinando “gratuitamente”, como las otras, las que designan quiénes son triunfadores y quiénes tienen que seguir corriendo sobre la cinta deslizante.

El paraíso está siempre en otra parte para una inmensa mayoría, salvo para esas minorías tan cualificadas que tienen el paraíso cuajado de millones al alcance de un vuelo de jet privado, o de aeronave oficial, tanto da, todos los vuelos les pertenecen. Aunque tal vez, sólo tal vez, los que permanecemos a ras de suelo recibamos un puñado de caramelos sobre nuestras cabezas, como sucede en las cabalgatas, y nos daremos empellones unos con otros por recoger los caídos al suelo. Quizá sonríamos, incluso, con una alegría inducida, si esos caramelos no nos los dispensan por esta vez unos Reyes.