La libertad no consiste en abrazar la doctrina adecuada sino en desasirse de todas ellas

lunes, 2 de diciembre de 2019

ABSTENCIÓN CONSCIENTE




Las etiquetas creadas por la propaganda, tales como "facha" (entre otras), son creadas deliberadamente para alejar a la ciudadanía de la realidad, es decir, de aquello que acontece, de los hechos en sí, y no del "relato" de los hechos. Suponen "atajos" por los que conducirse y no tendrían éxito sin la connivencia del abrumado ciudadano que opta por la simplificación que aportan en lugar de enfrentar las complejidades de la cruda realidad. Sin predisposición al autoengaño ningún engaño tendría éxito, pero lo cierto es que las siglas políticas –éstas o aquellas– logran embaucar a muchos, a demasiados todavía. 



La lucha de siglas no me interesa, no me mueve ni me conmueve, desde hace tiempo la percepción de los hechos (no el "relato" elaborado) me conduce a planteamientos que no figuran en la agenda de ninguna sigla ni institución. Debemos encarar graves problemas que se harán más acuciantes cuanto más dilatemos afrontarlos. Más allá de la inminencia de una nueva crisis económica, las condiciones cada vez más penosas del mercado de trabajo, la esquilmación de recursos naturales, etc (hechos todos que acontecen a nivel global) contamos, además, con conflictos a nivel nacional. La polarización –azuzada desde el sistema de poder– de nacionalismos rampantes que sirven de vehículo a las frustraciones de la desorientada ciudadanía, han creado problemas de convivencia, sí, pero la convivencia está dañada, y quizá a niveles irrecuperables, de muchas otras formas. 



Muchos de nuestros amigos, conocidos, familiares o vecinos, malviven con ayudas institucionales porque no logran reincorporarse al mercado de trabajo  o son explotados inmisericordemente encadenando contratos precarios ¿Nos preocupamos de sus angustias si éstas no nos tocan de lleno? ¿Somos nosotros mismos los que sufrimos calladamente y mordiéndonos las entrañas en el disimulo los que malvivimos con penuria y con vergüenza y hasta con culpabilidad por no poder alcanzar el nivel de consumo del pariente o el vecino porque  llenar el frigorífico supone en sí una odisea? 



Quienes ostentan el poder (y, recordemos, el poder no sólo es poder político sino poder económico) o aspiran a ello no comparten, en ningún caso, las inquietudes ciertas de aquellos que sólo cuentan con un currículum laboral en competencia con muchos otros. El poder y sus gestores aspiran a perpetuarse y lo logran con toda la maquinaria que poseen, con su uso y abuso inmisericorde. 



Si hay bandos ciertos son dos: el de aquellos que deciden y aquellos que no deciden por más que se les haga creer que sí, que con papeletas en urnas pueden decidir, lo que la observación desapasionada de la realidad desmiente ¿O no constatamos que gane quien gane en el recuento de votos nada sustancial cambia y que tan sólo cambian las maneras, tantas veces impostadas, de  ejercer el poder? Pero preferimos chapotear en la superficie, nos da miedo hurgar en las raíces porque hacerlo nos conduciría a una toma de decisiones y éstas implicarían, inevitablemente, la confraternización, la solidaridad, la mutualidad, desbaratar las barreras que nos han creado artificialmente, identitarismos exacerbados de todo pelaje que cumplen con la misión encomendada desde el poder que los sustenta y azuza. 



Debemos empezar reconociendo que nos vencen porque han logrado dividirnos, porque si no aceptáramos las divisiones de género, de raza, de orientación sexual, etc, tan instrumentalizadas, si lográramos la unión entre los más numerosos (esos que alimentan los montones de currículums en competencia)  las cúspides se tambalerarían. 



No se trata de pergeñar revoluciones que implican derramamientos de sangre dado que éstas culminan siempre con nuevos capitanes al mando. Se trata de unirnos para decidir verdaderamente sobre nuestras vidas, para auto organizarnos, conscientes de que ello exige un esfuerzo constante. Nada de esto sucederá, lo sabemos, mientras nos dejemos conducir como ganado. Mientras prefiramos creernos la ficción con la que nos embaucan.



He dicho que los más numerosos no podemos verdaderamente decidir pero esto no es del todo exacto, hay una decisión que sí está a nuestro alcance pero que rebasa la individualidad, que implica la cooperación, y es no consentir. No votar es no consentir, la abstención consciente supone lanzar un mensaje de disconformidad, supone un desistimiento, que hagan falta más desistimientos, más disconformidad que tan sólo esa,  no la hace inútil, toda inmovilidad se rompe con un primer paso. 












No hay comentarios:

Publicar un comentario